Caos, orden y lluvia

Dicen que Ovidio lanzó al fuego el manuscrito de Las Metamorfosis. Había sido desterrado de Roma por Augusto, por escribir libros sobre chamuyo, y sabía que la circulación de sus obras estaría prohibida. No fue él sino sus amigos, quienes popularizaron la obra copiándola y divulgándola clandestinamente entre los romanos. Desde el fuego y el exilio la obra ha llegado hasta nuestros días. Las metamorfosis son un recopilado de mitos griegos en verso y aparecen en el contexto de una Roma completamente helenizada.
Ovidio plantea, como Hesíodo, que primero fue el caos. Luego, un dios misterioso, sin nombre, pone orden:  separa el caos en los elementos, al estilo del demiurgo platónico o del dios estoico. De ese caos surgen los astros y los dioses, puestos en el mundo al igual que los animales en la tierra, los peces en el agua y las aves en el aire. Si bien hay un orden en todas las cosas, el caos subyace como la materia prima de todo. Hay caos en los dioses y también en los hombres, que son los últimos creados. Los primeros hombres de Ovidio nos recuerdan a los sabios taoistas. Eran espontáneos y no conocían ninguna forma de autoridad, sin embargo eran rectos y leales. Esto puede deberse a que los primeros hombres habían sido creados por la mano del demiurgo directamente, en justa proporción y con un máximo de orden. Cuando los hombres comienzan a reproducirse, es decir, a crear nuevos hombres y mujeres, estos van desordenándose, asemejándose cada vez más al caos violento y dando lugar al mal. Estos hombres fueron tan insoportables para los dioses creados, que Júpiter y Neptuno decidieron borrarlos con un diluvio. El famoso diluvio universal que contienen tantas religiones. Un reset a la humanidad, de la cual se salvan sólo un hombre y una mujer, ambos piadosos y justos. La titana tierra le pide a esta pareja que arroje piedras sobre sus huellas y de ahí surge una nueva raza de hombres y mujeres que seríamos todos nosotros, hasta el próximo reset divino. Terminado el diluvio la tierra se dispuso a crear animales y luego monstruos. Dale, ¿en serio? ¿monstruos?... ¿No le alcanzaba con el diluvio? Quizás gracias a los monstruos los dioses nos dejaron un poco en paz. Por ejemplo Apolo mató a la gran serpiente Pitón y se quedó tan contento que fundó los juegos pitios donde los jóvenes se cagaban a trompadas a puño limpio por una guirnalda de roble. (Caos, caos y más caos). 

No todo en este nuevo mundo era cagarse a piñas y matar monstruos. Los dioses eran tan poderosos y estaban tan al pedo que también peleaban entre ellos todo lo que podían. Así fue que Apolo quiso descansar a cupido diciéndole que el era muy débil para tensar el arco, que se quedara solo con su antorcha -de ahí viene el logo de Tinder, la antorcha de cupido- a lo que el muchacho le dijo "Ahora, por gil, con una sola flecha te voy a cagar la vida" (la traducción es dudosa). Cupido le disparo la flecha del "amor salvaje Palavecino" a Apolo y la del "quiero estar un tiempo conmigo misma" a Dafne. Lo que llevó al dios a perseguir a la ninfa con la idea fija. Dafne, ni lenta ni perezosa, le pidió a la tierra estar un poco menos buena a ver si Apolo aflojaba, y la titana tierra, hija de un caos de putas, la convirtió en un árbol de laurel. Apolo, viendo la imposibilidad de garcharse un arbol, decidió tomar una ramita de laurel, ponerla en su cabeza y dejar plantada a la que fue la primera cita Tinder de la historia.            



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